Última actualización hace 2 años por MiplayadeLasCanteras©
Aguavivas.
Soplaba con fuerza el viento norte, el mar estaba rizado y de un azul oscuro. Sifaw andaba investigando nuevos rincones del arrecife, nunca se cansaba de curiosear, de hablar con todos o de hacer nuevos amigos. Se había parado a jugar con un joven abadejo, llamado Altahay, que vivía en una cueva del Arrecife. Vieron pasar una pandilla de pequeños jureles y otra de palometas nadando un tanto nerviosos en dirección a alta mar. No le dieron importancia hasta que un tercer cardumen, en esta ocasión de lisotes, pasó a su lado y Altahay paró a uno de ellos.
– ¿A dónde van con tanta prisa?, ¿ocurre algo?
– El viento está trayendo al arrecife una ingente cantidad de fragatas portuguesas, ya han llegado las primeras pero lo peor está por venir, han visto una mancha gigantesca dirigiéndose hacia aquí. Nosotros nos vamos mar adentro.
– ¡Vaya, qué fastidio! Menos mal que esas fragatas van flotando y, aunque tienen unos unos rejos muy largos, no llegan al fondo. Además, las muy desdichadas acaban varadas en la orilla. Los lisotes huyen despavoridos porque ellos sí son de nadar cerca de la superficie. Cuentan historias terribles de peces atrapados en sus rejos venenosos, ¡ay, qué miedo, se me ponen las escamas de punta!
En la superficie ya se veían numerosas fragatas navegando hacia la orilla empujadas por el viento. De pronto, Sifaw se acordó de su inseparable amiga.
– ¡Tiziri!, ¡¿qué estará haciendo esa viejita despistada?! Oye, Altahay, tengo que dejarte, me temo que una buena amiga puede estar en peligro.
Sifaw se alejó, nadando a gran velocidad, en busca de la joven vieja. Una enorme sombra cubrió de repente la playa del Arrecife, Sifaw alzó la vista y vio una gran nube azul en la superficie, eran miles de fragatas portuguesas, una verdadera flota naval. También pudo ver el reflejo plateado de algunos peces atrapados en sus rejos.
¡Glub, qué horror!, pensó, y siguió nadando hacia la Peña de La Vieja. Iba repitiéndose una y otra vez «por favor, que Tiziri esté a salvo». Al llegar a la peña vio a su amiga picoteando en las rocas del fondo.
– ¡Tiziri, Tiziri!, estás bien, qué alegría, exclamó.
– ¿Y por qué iba a estar mal, qué ocurre?
– ¿No te has enterado?, hay una plaga de aguavivas, miles de fragatas portuguesas se dirigen hacia el arrecife, debemos ponernos a salvo, en alta mar estaremos seguros.
– ¡Jolín, con lo tranquila que estaba yo! En fin, a nadar se ha dicho.
Comenzaron su huida. Cuando pasaban por zonas poco profundas tenían que ir con mucho cuidado esquivando rejos que colgaban desde la superficie. Y cuando ya se alejaban del Arrecife…
– ¡Oh no, lo que faltaba, Pelagias Noctilucas!, exclamó Sifaw.
– ¿De qué hablas, Sifaw? No te entiendo.
– Las Pelagias Noctilucas son otro tipo de medusas con forma de paragüita que, a diferencia de las fragatas, que sólo flotan, nadan por todas partes.
– Vamos de mal en peor, amigo, ahora sí que habrá que andarse con ojo. Dijo Tiziri.
Ahora ambos peces nadaban lentamente mirando para todas partes y avisándose cuando divisaban alguna medusa. Se pararon a descansar en una nasa abandonada agujereada por el tiempo. Mientras hablaban sobre adónde dirigirse, una medusa se les acercó muy sigilosa. Cuando ya casi iba a paralizar a alguno de los amigos con sus rejos venenosos, una tortuga boba apareció de la nada y ¡zas!, de un bocado se zampó a la medusa.
– ¡Aaaaaaaahhh!, gritaron al unísono. Miraron a su alrededor y vieron cientos de paragüitas, pero también, por suerte, había una familia de tortugas dándose un festín.
– Oye, Sifaw, que te parece si nos pegamos a esta linda tortuga y nadamos a su lado, creo que estaremos más seguros que en este amasijo de hierros.
– ¡Buena idea!
Estuvieron nadando varias horas junto a la tortuga que no paró de zampar medusas, y cuando por fin vieron el mar despejado se despidieron de la tortuga, descansaron en una cueva y volvieron al Arrecife al día siguiente.
Horacio Hernández Rodríguez (Twitter: @bahiaconfital)
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