“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Jueves: buen tiempo, día de playa

La travesía a nado “Todos los muertos”. Una aventura en la Bahía de El Confital

“Hace más de 10 años, cuando comenzábamos a ver el mar diferente, más humano, más salvaje, más próximo, y empezamos a nadar en mar abierto realizando algunas de las primeras travesías (La Graciosa, Lobos, La Bocaina, …), se nos metió en la cabeza hacer una que atravesase la Bahía de El Confital. La primera idea era salir desde Tinoca. Ahí pasó el tiempo hasta que el año pasado nos propusimos hacerla el 1 de noviembre, todos los Santos (o todos los muertos).

Pero la climatología cambió y dijo que no, eso es lo que tiene el océano: te habla, solo que hay que saberlo escuchar. Abandonamos la idea, una vez más…

Este año nos prometimos no dejar pasar las calmas de septiembre. Ahora no sería desde Tinoca sino desde los Roques de la Punta de Arucas, pero… “¿Y por qué no empezamos en el Puertillo de Bañaderos? Así sería más fácil para los kayaks.” sugirió Javier Gil -uno de los 3 nadadores pioneros-. Jorge González y el que escribe, Raúl Rodríguez, en seguida nos pareció fantástico.

Solo quedaba cuadrar el día con el mar, el viento, y las mareas, y organizar un grupito de apoyo. Todo listo para el 8 de septiembre. Desde temprano empezó la logística: recogida de piraguas y kayaks, recogida de nadadores y rumbo al Puertillo.

El día estaba caluroso, algo de oleaje costero pero nada que preocuparnos. Un poquito de vaselina, neoprenos ajustados, unos estiramientos y un grito de guerra: “Señores, somos los primeros en hacer esta travesía, ¡a gozarla!”

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Las primeras brazadas nos abrieron al océano, un mar azul intenso, una costa norte que se descubría desde un ángulo nuevo. Tres kayaks (manejados por Semi, Javier, Manolo y Leo) más una piragua con Isidoro hacía más cómodo y segura la travesía. La primera parada-repostaje la dejamos hasta que llegamos a los Roques de la Punta de Arucas; desde el mar, más que roque es una catedral, un templo marino que resurge desde las profundidades y se dirige al cielo infinito. Unos 5 km llevábamos en nuestros espaldas, todo bien, sonrisas y goces por el momento que estábamos viviendo. El paisaje y la transparencia de las aguas nos agasajaron con la visión de algunas medusas nunca vistas por nosotros, del tamaño y forma de un melón con filamentos de un borde a otro y unas lucecitas que brillaban como leds de una pista de aeropuerto. Seguimos nuestro rumbo. El siguiente punto era El Confital, la parte principal, la que imponía, atravesar la bahía con más de doscientos metros de profundidad…

Algunos peces voladores saltaron a nuestro paso, las aguas se tranquilizaron, se sosegaron, como rindiendo pleitesía a los pioneros de la hazaña; nadadores y kayistas. Las Canteras a varias millas de distancia, con su hermoso skyline, El Confital y La Isleta a otro par de kilómetros al frente y la costa norte a nuestra espalda. Nos paramos y nos reunimos para disfrutar del goce de ser pequeñitos en medio de la nada; ser consciente para después reanudar la natación y volver a hacernos más grandes a medida que nos acercábamos a La Puntilla, lugar de encuentro con algunos familiares y amigos. De a poco, de nuevo, esos tres puntitos con gorros amarillos, esas tres barquillas ínfimas, se fueron convirtiendo en Jorge, Javier, Raúl, Semi, Manolo, Leo y Javier Rodríguez; el mar nos había dejado atravesarlo, con respecto por ambas partes, para terminar la metamorfosis y volver a ser de hombres pez a simples mortales.”

Raúl Rodríguez.

Septiembre 2015.

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