“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Sábado de temperaturas primaverales

Recuerdos de los bailes del Club Pala. “Los neveras”

El Club Pala marcó una época muy especial de mi juventud. En verano, después de San Juan, que era cuando empezaba la temporada de playa para la gente de mi época, venía desde mi casa en La Isleta, caminando deprisita por la avenida a bañarme enfrente de el Club. Me cambiaba, dejaba el bolso en sus dependencias, y corría a bañarme. Recuerdo la amabilidad de Luis Báez, al permitirme usar el Club, pues yo no era socia, aunque si mis tíos.

Recuerdo las veladas musicales que se organizaban en el patio del Club. En una ocasión fui invitada a cantar junto a varios participantes. Me acompañó al piano mi profesor de música, Rafael Gómez. Luego, se hacían las votaciones entre los socios presentes para elegir la mejor canción. En esa ocasión, con la titulada Muñequita Linda, me llevé el primer premio, una caja de tea tallada, preciosa, la cual conservo aún en mi estantería.

Allá por los años 50 y pico, – no recuerdo el año concreto-, cosas de la edad, se celebraban en el Club Pala, unos bailes amenizados con orquesta que hacían las delicias de la juventud de mi tiempo. En ella se juntaban los jóvenes de aquí, y los que venían de estudiar en la península, que nosotras, la juventud de aquella época, esperábamos con verdadera ilusión y novelería. Allí, en esos bailes, se fraguaron noviazgos, que duraban… lo que tarda en llegar el Otoño. Las chicas, – igual que hacen mis nietas ahora-, nos reuníamos el día anterior al baile para ponernos de acuerdo sobre que vestido ponernos, como pintarnos, la hora de salida, –las siete y media de la tarde más o menos-. Hoy se sale de marcha de medianoche pál día, dicen que antes de esa hora no hay ambiente-, y contra eso, ni padres ni abuelos tienen nada que hacer ni que decir. Hay que aguantarse aunque por dentro nos lleven los demonios. Le llego yo a decir a mi padre que voy a salir a esa hora, y me pega un bofetón que me deja la cara al revés. Tiempos.

Tenía el Club Pala una pista de baile que recuerdo… amplia, hermosa, despejada. Por su lado izquierdo y subiendo un par de escalones, habían mesas y sillas. Allí nos sentábamos las chicas, en pandilla, observando el panorama. En el lado derecho se colocaba la orquesta, -teníamos música en directo-. Todo un lujo. Al fondo de la pista, haciendo un arco habían unas escaleras que conducían al bar, donde se despachaban las bebidas. En esas escaleras se colocaban “ los neveras “. Llamábamos así, a los chicos que con el vaso de bebida en una mano, y el cigarrillo en la otra, no se atrevían a sacar a bailar a nadie, se pasaban todo el baile mirando, congelados. Por eso les pusimos de nombrete, “los neveras “. No se si aquellos individuos llegaron a enterarse de ese mote. Era imposible contar con ellos para nada. Ni para hablar, ni para bailar. No se movían del sitio. Petrificados. Solo cuando iban al bar por otra bebida, y vuelta a la dichosa escalera,.¿ De que material estaban hechos aquellos hombres, por Dios?.. claro… de hielo. El apodo les iba que ni pintado.

Concha Lacoste

Agosto de 2007

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