“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Viernes: con la brisa del norte llegan las nubes

Los duendes de la Canteras

A veces el aire que procede del mar viene con cierta fuerza y despeina a los paseantes de Las Canteras y a los deportistas del “jogging”, y seca el pelo a los que han salido de practicar el surfing. Es un vientecillo que no me molesta porque sé que trae una carga de salud, de olor a marisco, de sabor a yodo, y que no está contaminado. Una cosa compensa la otra. Y en el recorrido entre la explanada del Auditorio y zonas aledañas hasta la plaza de la Puntilla, o el paseo costero que nos lleva al Confital, me tropiezo con personajes curiosos. Seres extraños cuyo nombre no quiero saber porque así perderían su encanto. Son como duendes que descubres en el camino a los que miras con curiosidad, sin hablar con ellos y sin tocarlos siquiera porque se te pueden deshacer en las manos. Uno de estos personajes lleva una especie de turbante del que cuelga un cartelito solicitando paz y amor. Hace fotos pero nunca se muestra impertinente. Otro toca la guitarra y al mismo tiempo la armónica. Un hombre orquesta que trata de amenizar tu caminata o tus minutos de descanso mientras tomas un refresco en las mesas del recorrido..Y el hombre tiene a veces otros émulos que tocan el acordeón, e incluso, la gaita escocesa. Este último tañe una musiquilla como surgida de las brumas del Lago Ness, o de los hermosos valles de las Highlands. Sólo hay que cerrar loas ojos y escuchar. O puede que nos tropecemos con un bólido que se desliza sobre unos patines de ruedas, vestido de negro y con rodilleras. Antes veía a una señora que vestía como un futbolista y llevaba uno o varios baloncitos, a los que propinaba algún toquecito o hacía regateos. Un pobre negrito se sienta en el suelo, extiende la mano e implora una limosna. Apenas habla. Creo que no sabe hablar. Sólo te mira con ojos tristes y extiende la mano con las palmas blancas. La mayoría de los transeúntes pasan indiferentes junto a él. En la arena, en los bancos ves hombres y mujeres con turbante, con pañuelos en la cabeza, con la cara tapada escudriñando el horizonte, o volviéndose a la Meca. Un respeto. Están orando.

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