“Necesito el mar porque me enseña.”. Pablo Neruda

El Gobierno de Canarias declara la alerta por fenómenos costeros a partir de las 22.00 h. de este jueves: la previsión meteorológica apunta a mal estado del mar con oleaje de mar combinada de cuatro a seis metros de altura.

La playa de Las Canteras y la Bahía del Confital, desde la conquista hasta la construcción del Puerto (LIBRO BLANCO: Las Canteras y Bahía del Confital)

La zona que hoy se conoce como Playa de las Canteras ha contado a lo largo del tiempo, desde el momento en que los primeros europeos desembarcan en Gran Canaria con intención de quedarse, con varios nombres. En primer lugar se le llamó puerto del Arrecife, sustantivo que parece provenir del árabe ar rasif, que significa embarcadero, porque ese fue su primer destino, aunque su desembarco en el lugar debía tener ciertas ‘dificultades, en especial cuando la marea estaba alta, por la cadena de rocas que conforman !a barra, que en esos momentos aparecía cubierta. El otro nombre con el que fue conocido fue con el de playa del Confital, por lo apacible de las aguas, donde el mar arrojaba una variedad de conchas y piedras de colores, que por la similitud que tenían se parecían a los confites. Algunas de esas conchas, que el mar deposita en la orilla de la playa, fueron utilizadas como los primeros objetos de intercambio que los nuevos pobladores de la isla llevaban a África, para intercambiar por otros productos, pues allí se les daba curso legal a manera de moneda.

Sin embargo el nombre que ha perdurado y con el que hoy le conocemos es con el de Las Canteras, debido a que las rocas de la barra, por ser de cantería blanca arenisca, se utilizaban para la ejecución de pilas de filtrar el agua, algunas de las cuales se llevaron a América, y también para la construcción, en especial para algunas casas de Vegueta y para la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria. Las condiciones naturales de la Bahía del Confital determinan el uso que se hace de ella durante todo este periodo. A pesar de la lejanía del primitivo núcleo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en las márgenes del Guiniguada, y de las malas comunicaciones entre la ciudad y el puerto, condiciones que no cambiarán hasta la segunde mitad del siglo XIX, la Bahía del Confital cumple un importante papel como puerto y como lugar idóneo para el carenado de barcos.

A grandes rasgos se puede decir que las actividades desarrolladas en la Bahía del Confital no cambian sustancialmente hasta casi finales del siglo XIX desde la Conquista de Gran Canana se había comenzado a utilizar como puerto y fondeadero y para el carenado de barcos. Sin embargo, esas mismas buenas condiciones rurales, tanto de la Bahía de la Luz como la del Confital, hace que sean muy vulnerables a los ataques desde el mar y a los desembarcos. Ya desde la conclusión de la empresa militar, en 1494, se comienza la construcción del primitivo Castillo de la Luz, que con el tiempo se irá ampliando y dotando cada vez de mejores defensas. Hacia 1630 se comienza la construcción del Castillo de Santa Catalina. A medida que la ciudad va creciendo, aumentan los intercambios comerciales, y la actividad del Puerto del Arrecife, en la zona hoy conocida como La Puntilla, se incrementa de forma paralela.

La Isleta y sus dos bahías son, durante estos siglos, uno de los escenarios principales de la historia de la ciudad de Las Palmas: los ataques de piratas, persecuciones, raptos y abordajes de barcos son frecuente en toda el área. Las reseñas en la literatura especializada son abundantes; basta consultar la obra de Rumeu de Armas “Piraterías y ataques navales contra las Islas Canarias”, para hacerse una idea exacta de la más que notable actividad de corsarios y piratas en la zona. Las actividades desarrolladas tanto en esta bahía como en su paralela determinaron desde el primer momento la apertura de un camino que, partiendo de Triana, comunicara la dudad con las mismas. A esta iniciativa surgieron otras, como la de poblar los aledaños del puerto; así en 1526 la isla conseguía una disposición regia en este sentido, de tal modo que cualquier poblador dispuesto a edificar y habitar una casa en aquella zona, podía hacerlo, para lo cual el Concejo de Gran Canaria debía Señalarle solares en terrenos propios. El objetivo, que tenía un marcado interés demográfico, preveía con el asentamiento de una población estable en la zona, dar facilidades a las embarcaciones que fondearan en aquellos parajes, y desarrollar a su vez la actividad de los carpinteros de ribera para reparar y carenar las embarcaciones que surgieran a su abrigo. Sin embargo estas ideas no cuajaron, y aunque no hubo allí una población estable, comenzaron a surgir en torno a la bahía del Confital algunas dependencias, como almacenes, donde guardar las mercancías que entraban y salían de la isla, y algunas otras instalaciones donde guardar el pescado que se traía de la costa. Desde fecha tan temprana como 1536 sabemos de la existencia en las cercanías de la Playa de un corral donde se guardaba el pescado que procedía de las pesquerías africanas, que mandó construir el clérigo Juan de Ayala, de piedra seca y lajas, y que luego vendió a la mujer de un mercader, interesado en dicho negocio. Junto a estas construcciones rudimentarias fueron apareciendo almacenes de materiales para la construcción y reparación de embarcaciones de pequeño tonelaje orientadas a la pesca. Además, debido a la protección del fuerte oleaje por la barra, tuvo dedicación esta zona a la actividad mercantil a lo largo de todo el año, pues a su abrigo anclaban los barcos que se dedicaban al comercio de cabotaje de la isla y en especial los que participaban en el tráfico regional, sobre todo los que mantenían la conexión entre Gran Canaria y Tenerife, aunque también anclaban allí otras naves con destinos más lejanos: en 1534 se hallaba surto en el puerto del Arrecife un navío que tenía por destino el puerto del Nombre de Dios en las Indias castellanas, en el cual embarcan algunos vecinos de Gran Canaria. Años más tarde se encuentra también allí surta una carabela cuyo destino ahora era Cartagena de Indias, y en 1588 pasaba por allí otra embarcación con rumbo a la isla Margarita.

La importancia del lugar se demuestra desde el momento en que es uno de los puntos que sufre las agresiones de la armada holandesa que ocupó la ciudad en 1599, y así se comprueba cuando se retiran dichas tropas, momento en que el Cabildo manda restaurar y hacer de nuevo el camino que iba a la playa del Confital; el concejo se concierta con dos vecinos para que por el precio de 14.400 maravedís hagan y aderecen el camino que iba del Puerto del Confital a la Montañeta de Las Mentiras y al (teso del Cabrón, dejándote con un ancho de 10 pies. Pasado el episodio, la zona vuelve a recuperar la normalidad y la actividad artesanal recupera su tradición, fabricándose al amparo de aquellos parajes distintas embarcaciones de diversa tipología, como el patache que un mercader vende por partes a distintos vecinos de la isla, que se había construido en aquellos lares.

En el .siglo XVIII la actividad continua, y más que decaer crece, especialmente por la intensidad de las relaciones de Gran Canaria con las otras islas, y en especial con Tenerife. Algunas noticias del tráfico, como de los naufragios que ocurrían en el lugar, dan idea de ello. A fines del siglo se comenta la pérdida de un barco en la barra del Arrecife, así como de otros que encallan cerca de la zona. En este siglo los navíos seguían fondeando en el puerto del Arrecife, tanto los que procedían de la pesquería, como de las otras islas de archipiélago, y de la Península, sin contar aquellos que cargados de mercancías agrarias llegaban desde los puertos de la banda norte de Gran Canaria. Diferentes noticias nos detallan la arribada a la zona de navíos procedentes de Cádiz, en especial uno de la Compañía de Filipinas, que en la zona de Las Canteras descargó sus mercancías y las puso en mano de los comerciantes de Las Palmas; lo mismo que de Tenerife, con carga y pasajeros que en bateles de servicio llegaban desde los barcos a las arenas de Las Canteras. Según llegaban, también salían por el puerto del Arrecife pasajeros, algunos distinguidos, como autoridades y provinciales de las ordenes religiosas, que por alguna misión tenían que ir a resolver sus asuntos a otras islas, en especial a Tenerife.

Igualmente al ser el fondeadero tranquilo, donde el oleaje era amainado gracias a la barra, y los navíos quedaban al abrigo, era lugar preferido por los corsarios y piratas para caer por sorpresa sobre los barcos allí fondeados, sobre todo si tenemos en cuenta que quedaban fuera del arco de tiro de la fortaleza de las Isletas, ubicado en el lado opuesto. Numerosas agresiones sufrieron los navíos allí surtos a lo largo de los siglos, a los cuales les robaban las mercancías que estaban a bordo como los materiales, aderezos de las naves e incluso el propio barco. Todavía en el siglo XVIII, muchos barcos eran agredidos mientras se fondeaban o estaban a la espera del embarque y desembarque de las mercancías. Así en 1797 se da cuenta del apresamiento por parte de un barco de bandera isleña de una fragata inglesa, y en ese mismo año se da la noticia de la persecución a que era sometida una fragata francesa por tres navíos ingleses, cuya carga, que ascendía a dos millones y medio de pesos, dio al traste en la punta de la barra donde tocó fondo, abalanzándose sobre ella los ingleses, para llevarse tos aparejos y parte de la mercancía.

De las dificultades de las naves para entrar en la bahía da cuenta el propio Néstor Álamo en el Diario de Las Palmas donde relata la difícil operación, llevada a cabo en 1880, que permitió a la fragata de 500 toneladas Trinidad pasar por la boca de la barra del Puerto del Arrecife, junto al Confital, tras haber volado con explosivos potentes la milenaria entrada que por aquella zona ofrecía el surgidero… Las obras de voladura de la barrera se llevaron a cabo bajo la orientación de D. Salvador Medina Sosa, conocedor absoluto de aquella natural porción del litoral y del capitán de la esbeltísima fragata D. Francisco Rodríguez Quevedo, quién asumió la grave responsabilidad de hacer que su buque pasara por la peligrosa brecha con toda precisión.

LIBRO BLANCO: Las Canteras y Bahía del Confital).

Cabildo Insular de Gran Canaria

Manuel Lobo Cabrera

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