“Necesito el mar porque me enseña.”. Pablo Neruda

Viernes: aviso naranja por costeros (oleaje) y aviso amarillo por viento.

Odisea de unas gafas perdidas en el mar cerca de la Peña de la Vieja

Sucedió un día que como uso y costumbre me ataron a la cinta de un bañador. No me amarraron bien y en el transcurso de la nadada el lazo se fue aflojando y termine por soltarme. Fui cayendo lentamente hacia el fondo del mar. Descendía igual que lo hace una hoja cuando cae de un árbol; planeando y con suavidad.

Mi visión de la vida había sido siempre lo que otros ojos querían ver. Ahora iba a tener otra perspectiva del mundo que me rodeaba. Los rayos del sol, que al principio atravesaban mis cristales produciendo mil arco iris, se fueron quedando cerca de la superficie. Cuando al fin aterrice’ silenciosamente en el fondo arenoso y mire’ hacia arriba vi el cuerpo de mi portador que se alejaba… el batir de los pies al nadar iba dejando un reguero de burbujas. Era un bonito espectáculo.

Siempre había sentido envidia de lo que contaban? las gafas perdidas por los submarinistas. Ahora me tocaba a mi gozar de las maravillas submarinas de la Playa de Las Canteras. Menos mal que aterrice’ bien y con la visión para arriba.

El silencio era el dueño absoluto del entorno y la poca arena que revolví al posarme en el fondo se fue asentando de nuevo y me envolvió’ la magia del mundo submarino. Al principio sentí un poco de chirgo pero como nada ni nadie se metía conmigo fui cogiendo tino poco a poco.

Calcule el lugar de mi hundimiento y creo que estaba entre la Peña de la Vieja y el pasadizo. En aquel momento poco me imaginaba el tiempo que iba a estar dando tumbos de un lado para otro.¡Tres meses!. Tengo testigos. Bien , tratare’ de resumir lo que vi en esos 90 días de viaje submarino.

Vi a un pulpo peleando con una Jaca peluda y dejarla en los huesos; bandos de panchonas que al revirarse y darles el sol despedían destellos plateados; una morena pintorreada al acecho en la puerta de su cueva. Otra cosa curiosa que me sorprendió fue ver a un rascacio que se acercó a una cangrejilla que estaba al pairo enganchada en un alambre curvado y al tragársela salir disparado hacia arriba como un volador. Lo mismo paso con una pobre vieja y otras más.

Pero lo que mas me llamo la atención fue una vez que vi caer dos piezas de ropa de dos bañistas. Una pieza era de colorines y pequeñita y otra un poco mas grande y de color negro. Miré hacia arriba y vi una pareja que al parecer se estaban peleando. El trincaba por un lado. Ella lo trincaba por otro y así estuvieron un rato dándose empujones y manotazos. Al final termino la pelea y bajan los dos como rayos a buscar las piezas de ropa. A la tercera vez que marmullaron las encontraron y se fueron tan campantes como si no hubiera pasado nada. Cosa igual no había visto nunca.

Una vez me cogió’ una marea del Pino y entre la seba y el caracolillo me quitaron la visión. Creí que de esa no escapaba pues me revolcaron y zangolotearon de mala manera.

Para no cansarles y termino con esto les diré que un buen día vi acercarse unas gafas submarinas y justo detrás de ellas a Eduardo Ojeda y volví de nuevo a la superficie y a ver el mundo a través de otros ojos.

Vicente García Rodriguez.

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