“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Ambiente soleado, algunas nubes altas

La caseta de Galán por José Barrera Artiles

La caseta de Galán, construida a pie de arena en Las Canteras a la altura del bar Toledo un poco antes de llegar a la calle Tenerife, era obligado punto de referencia en la Playa. La construcción, hecha de madera, cumplía las funciones de balneario y de una especie de merendero. Allí, los primeros veraneantes de la Playa, en torno a los años 20, se cambiaban sus trajes por un bañador que cubría algo menos que su vestimenta civil, aunque no eran muchos los que aprovechaban la bahía entonces para nadar como ahora se hace. Antonio Galán era un peninsular que se había acercado a la Isla buscando las bendiciones de su clima y establecer un negocio que en poco tiempo fue popular en la Playa, principalmente entre los visitantes, ya que los naturales de la tierra poco la usaban a no ser como lugar donde tomar algo y comer. Pero la caseta cerró llegada la guerra y con el tiempo desapareció, según algunas fuentes, víctima de un incendio. En la misma época, en tomo a 1928, según la iniciativa del cónsul de Uruguay, al que los que lo conocieron lo describen como “un hombre alto con un coche Amilcar que paseaba por la ciudad”, se construyó en Las Canteras un pequeño muelle, como una pasarela, que servía para acceder a El Sensat, un bergantín también conocido como El Pontón. En aquel barco, que conoció tiempos de gloria, un grupo de cien socios fundadores estableció el Club Natación Las Canteras y allí acudían jóvenes, y no tan jóvenes, que lo convirtieron en un yate de recreo. El Sensat, de unas 180 toneladas, prestó largos servicios a su propietario, Tomás Bosch y Sastre, un marino y comerciante mallorquín que se estableció en 1863 en la ciudad. Fue adquirido en 1890 y el valor de tasación fue de 10.000 pesetas al pasar a sus herederos. Sin embargo, el barco costó a los fundadores del club de natación, unas cien personas, la cantidad de 2.500 pesetas que Miguel Martín Fernández de la Torre entregó a Antonio Gómez Bosch en representación de los herederos, con la presencia de Castor Gómez Navarro.

Uno de los entretenimientos de entonces era nadar hasta El Pontón, aunque en ocasiones salía una barca de madera para aquellos que preferían abordarlo sin necesidad de mojarse. Cuentan los pescadores más viejos de La Puntilla que un mal día el Sensat embarrancó como consecuencia de un temporal. Ante la imposibilidad de sacarlo de donde estaba por no poseer las máquinas adecuadas, el Ayuntamiento decidió que se desguazara donde mismo había quedado semienterrado y se hizo en aquella parte donde fue posible, fundamentalmente en la parte superior del barco. En cuanto a los restos, casi a ras de la arena, el Ayuntamiento ordenó que fueran tapados, dejando el barco enterrado, como aún continúa, debajo de la playa, frente a lo que hoy es el Hotel Meliá Cristina, aproximadamente.

José Barrera Artiles (Extracto del libro Canteras 1900-2000)

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